Los senderistas partieron de la Cañada de las Hazadillas para poner rumbo a los escarchados llanos del Garbancillo a través del sendero de Madroñales. Tras una breve parada en la que recibieron explicaciones sobre sectores, las vías de escalada, los sistemas de progresión y alguna anécdota sobre los tajos de las Alcandoras, continuaron hasta la fuentecilla de los Ballesteros, con unas impresionantes vistas del Valle de Otiñar.
Luego le llegó el turno a la parte más dura del recorrido, que desembocaba en el portillo de Madroñales, primero, y, finalmente, en el refugio de Cruz Chimba, donde pararon para tomar un refrigerio con sus imponentes paisajes por testigo. Desde allí, los senderistas siguieron un camino más duro hasta llegar a avistar el embalse del Quiebrajano. Luego se detuvieron en el conocido como arco de roca para hacer fotos y, posteriormente, descendieron hasta la Cañada del Sapo, la cual se encontraba todavía con la vegetación húmeda del rocío de la madrugada, y llegaron a la pista forestal que finaliza en la Cañada de las Hazadillas.
El grupo estuvo acompañado en todo momento por dos monitores y asistidos por una ambulancia.
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